This author captures the rebellion and existential unrest of his generation. His early works, appearing in fringe publications, explored the social and political tensions of the era. He displayed a vitality that concealed self-destructive tendencies, and his writing was influenced by neorealism and new journalism. His prose sought fitting forms for expressing his protests.
El mar, en calma o incierto, es el compañero inseparable de los marineros del Cantábrico en la pesca de altura. Los silencios, los problemas personales y laborales, las conversaciones simples o profundas de Simón, Paulino, Ventura... son fielmente reflejadas en esta obra de lenguaje excepcional, galardonada con el Premio de la Crítica.
Josefina Rodríguez, esposa de lgnacio Aldecoa, ha reunido una selección de cuentos de quien ha sido maestro indiscutido del género. Estos relatos constituyen un puntual testimonio de los años oscuros de la posguerra y en ellos palpita la gente triste y resignada, amarga y tierna de la España de los años 50.
En el ámbito cerrado y ruinoso de una casa cuartel perdida en la serranía castellana, las mujeres de unos guardias civiles reciben la noticia de que uno de ellos ha muerto. Sin saber de quién se trata, aguardan angustiadas la confirmación de su identidad. Son apenas ocho o nueve horas de un día de verano en las que el tedio de un presente sumido en la depresiva y taciturna vida cuartelera se une al moroso sondeo de la memoria. Su alternancia desvela la miseria, la sordidez y los descalabros físicos y morales de la guerra civil y la posguerra. Aldecoa consigue en El fulgor y la sangre la máxima temperatura sensorial, en una singularidad testimonial matizada por la fusión de elementos trágicos y grotescos.
Los cuentos de Ignacio Aldecoa reunidos en un solo volumen «Ignacio era un narrador de raza. Para él, contar historias era una manera de vivir. Contarlas del modo más eficaz y con el lenguaje más bello y expresivo, la meta a la que le conducían su talento, su esfuerzo y su voluntad apasionada de perfección. Ignacio admiraba profundamente a Stevenson. Y solía contar cómo los indígenas de la isla de Samoa habían grabado un hermoso epitafio en la tumba del escritor: #Aquí yace Tusitala, el narrador de historias#. Luego, Ignacio se quedaba pensativo un instante y añadía: #Así es como me gustaría que me recordaran: Ignacio Aldecoa, el narrador de historias#. Y sonreía. Porque Ignacio tenía una forma risueña de decir las cosas en las que creía seriamente. Detestaba la solemnidad, rechazaba la pedantería y le gustaba pasar levemente sobre los asuntos graves: la brevedad de la existencia, la inaceptable injusticia de nacer para morir, la muerte misma»Josefina R. Aldecoa